Hace algunas semanas la novia de un sobrino mío nos invitó a comer a la casa de su familia en Tepic, Nayarit. Como era de esperarse, fue una comida deliciosa a base de pescado y mariscos, preparada principalmente por su abuela. Durante la sobremesa nos enseñaron una bolsa muy bonita que había hecho a mano una de las tías de la novia de mi sobrino entretejiendo argollas de latas de refresco y de ahí la conversación se movió hacia el tejido. Mi cuñada, la mamá de mi sobrino, comentó que había intentado sacar algunas puntadas de una revista, pero que no había podido, a lo que otra de las tías respondió que entre ella y su mamá habían sacado ya varias puntadas de Internet. Entonces la abuela comentó algo así como:
‘¡Es muy fácil! Entras a YouTube y ves los videos, donde te explican paso a paso cómo va la puntada. Y si no entiendes, te puedes regresar todas las veces que quieras. ¡No me había dado cuenta que tenía una maestra en casa!’
Por supuesto, me quedé picado con el tema y traté de averiguar cómo es que la abuela buscaba puntadas en YouTube. Entonces encontré que ella no buscaba directamente, sino que le decía a su hija que tipo de puntada quería, ella buscaba en YouTube y le enseñaba sus hallazgos y, si alguno de ellos le gustaba a su mamá, le dejaba el video listo para que ella lo viera.
Un digno final para una comida tan sabrosa. Me pregunto qué sería de nuestra universidad y de nuestro país si tuviéramos más profesores y estudiantes con una actitud como la de la abuelita de la novia de mi sobrino.