El daño de la educación presencial

Sabemos que hay un nivel de riesgo al volver, pero el daño que la educación a distancia le está causando a nuestras hijas e hijos puede ser mayor.

Enrique Alfaro

El día de ayer, miércoles 2 de junio, el gobernador del Jalisco ofreció una conferencia de prensa en la cual hizo énfasis en la necesidad de volver a las clases presenciales en el próximo ciclo escolar porque el daño que está causando la educación a distancia a los niños y jóvenes en el estado puede ser incluso mayor que el impacto social y económico de un incremento significativo en el número de casos y muertes por COVID-19.

¿A qué daño de la educación a distancia sobre los estudiantes se refiere el gobernador? Para empezar, podría ser una limitada cobertura del currículum, pero es bien sabido que generalmente se atiborra a los niños y jóvenes de información por demás inútil, descontextualizada, que ellos memorizan hasta la fecha del examen y luego desaparece casi por completo de su mente.

Claro, el daño podría estar más bien en la falta de socialización: de ver, platicar y jugar con niños y jóvenes de su edad. Sin embargo, esa no es la función principal de la escuela, como la conocemos. Si lo fuera, la escuela está mal diseñada para ello, porque se espera que los estudiantes pasen la mayor parte del tiempo escuchando al docente, tomando notas y respondiendo a sus preguntas, arquetipo del comportamiento de un buen estudiante.

Tal vez el daño está entonces en el desarrollo de su capacidad de aprendizaje: de su motivación interna por aprender y de sus habilidades para hacerlo de manera significativa y duradera. No obstante, si algo nos ha dejado claro la pandemia es que esa capacidad generalmente no existe entre nuestros niños y jóvenes, o al menos no se manifiesta en el ámbito de la educación formal. La mayoría de los estudiantes necesitan ser obligados a ir a la escuela y necesitan ser coaccionados a aprender lo que tienen que aprender y por el tiempo que lo tienen que aprender para poder, un día, liberarse de la escuela.

Queda entonces la opción de pensar al revés. Esto es, no es que la educación a distancia esté dañando a nuestros niños y jóvenes: la educación a distancia está poniendo en evidencia el daño causado a nuestros niños y jóvenes por la educación presencial. Nos está diciendo que el objetivo del sistema educativo no es preparar a los estudiantes para el futuro, sino cumplir con el currículum. Que no genera una motivación interna por aprender sino que impone motivaciones externas para obligar a los estudiantes a memorizar información descontextualizada y, por la manera en que se “aprende”, por demás inútil. Que no desarrolla en los niños y jóvenes habilidades de aprendizaje, sino que los condiciona a depender de las habilidades de aprendizaje de alguien más, quien les dosificará información en cucharaditas de 50 minutos tres veces a la semana. Que no está formando ciudadanos con capacidad de aprender de manera autogestiva por el resto de su vida, a fin de tener buenas condiciones de vida en un entorno que se transforma de manera acelerada.

A lo largo de un año de pandemia se trató de cumplir con el currículum como si no pasara nada. Se trató, en la medida de lo posible, de seguir dando clases, dejando tareas y aplicando exámenes como si no pasara nada. Sabemos que volver a las clases presenciales como si no hubiera pasado nada representa el enorme riesgo de continuar incluso más rezagados educativamente de lo que ya estamos.


Imagen destacada cortesía de unique hwang en Pixabay.

Un comentario sobre “El daño de la educación presencial

  1. Tu comentario me recuerda una experiencia personal de antaño en un curso de maestría. El Dr. Alagar en un curso de estructuras de archivos abrió el curso con un comentario. «He diseñado el curso para aquellos con hambre de aprender, con entusiasmo por los desafios y con la determinación para enfrentar la frustración. Aquellos que consideren no estar listos para lo anterior obtendrán calificación mínima aprobatoria si abandonan ahora la clase». Recuerdo que yo no tenía duda en realizar el curso. Sin embargo, más de dos tercios de mis compañeros dejaron el aula. ¡Tuvimos un curso fantástico! En efecto como el Dr. Alagar lo anticipó no fué fácil. Pero si fué formativo, estimulante y gratificante personalmente.

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