Recientemente algunos colegas y estudiantes hemos estado discutiendo temas de actualidad que sugieren la posibilidad de cambios muy importantes en la educación. Uno de ellos es el Conectivismo, que se propone como una nueva teoría educativa. Tomando como referencia el artículo Connectivism: A Learning Theory for the Digital Age, de George Siemens (2005), hubo acuerdo en que la idea fundamental detrás del conectivismo es que el contexto de vida hoy en día es muy distinto al de épocas anteriores en dos aspectos clave. El más reconocido de ellos es que existe un desarrollo acelerado de tecnologías de información y comunicación (digitales) que está transformando continuamente nuestro entorno de vida, incrementando de manera substancial nuestra capacidad de conectarnos, rompiendo barreras físicas y temporales. A esto se agrega la enorme cantidad de información y conocimiento acumulados, que crece de manera exponencial. Como consecuencia, observamos un decaimiento en el interés por la acumulación de conocimiento y, en cambio, un énfasis creciente en la sociedad por desarrollar las capacidades de aprender, olvidar y reaprender.
El segundo aspecto clave del nuevo entorno es la extraordinaria maleabilidad de la representación de datos, información y conocimiento que proporciona la tecnología digital, que facilita su procesamiento y, en particular, permite la realización y automatización de operaciones cognitivas complejas fuera del cerebro humano. Lo cual tiene al menos dos consecuencias importantes: la primera es una extensión de nuestras capacidades mentales a través de incorporar conocimiento, herramientas y procesos disponibles en el entorno; la segunda, es la capacidad de pensar juntos.
Tomemos como ejemplo las diferencias entre la operación de una biblioteca a comienzos del siglo pasado y la operación actual de la Web. Imaginemos que entramos a la biblioteca en búsqueda de un libro con información sobre la historia del universo. Aunque es probable que exista un libro con exactamente ese nombre en la biblioteca, podríamos pensar (nosotros, con nuestro cerebro) en buscar libros etiquetados con los términos ‘universo’ y ‘cosmología’. Una vez localizados varios libros que podrían sernos útiles, los ordenamos (nosotros, usando nuestro cerebro) atendiendo a diversos elementos tales como autores, editoriales, lenguaje, país de origen y alguna otra información en la entrada del catálogo, como bien podrían ser las recomendaciones de lectores anteriores. Después, procedemos a recuperarlos de los estantes de la biblioteca, los amontonamos en nuestra mesa de estudio, abrimos el primero en la lista y empezamos a leerlo. Es entonces que nos enteramos (nosotros, con nuestro cerebro) que existe una obra particularmente interesante y relevante para el tema, porque es citada en el texto; así que vamos al catálogo, la localizamos y la recuperamos de la biblioteca para leerla, no sin darnos cuenta (nosotros, con nuestro cerebro) que la información bibliográfica de dicha obra no incluye referencias a la historia del universo, de modo que antes de salir de la biblioteca le sugerimos al bibliotecario que actualice la ficha de la obra incluyendo la etiqueta ‘universo’ o ‘cosmología’ en ella. Finalmente nos vamos, con algunos libros bajo el brazo (los cuales no estarán disponibles para otros usuarios de la biblioteca en tanto los tengamos nosotros) y varias notas en papel sobre los libros que dejamos en la biblioteca.
Ahora pensemos en cómo se realiza un proceso similar usando la Web. Abrimos la página del buscador de la Web y tecleamos ‘historia del universo’. A continuación, el sistema (fuera de nuestro cerebro) hace una búsqueda de la frase (o los términos) en las etiquetas de cada página web (que han sido provistas por humanos, pero de manera distribuida, no centralizada por un “webotecario”), en el texto completo de la misma y en las páginas web que hacen referencia a ella. Para ello utiliza una estructura de datos que genera y mantiene en su mayor parte de manera automática (fuera de nuestro cerebro). Con base en los resultados obtenidos, el buscador de la Web nos presenta una lista de sugerencias, que ordena por relevancia considerando su contenido y enlaces, así como la historia de nuestras búsquedas anteriores (análisis de información y toma de decisiones que ocurren también fuera de nuestro cerebro). Nosotros escogemos una página web de las sugeridas por el buscador y la leemos y entonces nos enteramos que existe una página web particularmente pertinente para el tema, porque es citada en el texto de la página seleccionada; así que hacemos clic en el enlace y accedemos a ella, en cuestión de segundos. Antes de terminar la sesión de trabajo, copiamos los datos de las páginas que nos resultaron útiles en nuestro sistema de referencias en línea, como Mendeley o Zotero, incluyendo los enlaces correspondientes y nuestras anotaciones. Como el buscador de la Web consulta regularmente el sistema de referencias (fuera de nuestro cerebro), actualiza automáticamente su estructura de datos indicando que hay evidencia a favor de que una cierta página tiene información relevante para el tema de la historia del universo (conocimiento que se construye y representa de manera automática fuera de nuestro cerebro).
Como se puede observar, en el segundo caso hay una cantidad significativa de procesamiento de información y conocimiento que no ocurre en nuestro cerebro o en el cerebro de otros humanos; ocurre en el entorno, de manera automatizada. Asimismo, el entorno nos facilita compartir y conectar información con un mínimo de esfuerzo.
Consideremos ahora el caso de que somos maestros y andábamos buscando una buena página sobre la historia del universo para compartirla con nuestros estudiantes. Así que incluimos la página seleccionada en un sistema de lectura colectiva como Classroom Salon, Diigo o A.nnotate y damos a acceso a ella a nuestros estudiantes, de manera que éstos pueden compartir sus anotaciones y comentarios directamente sobre la página, discutir sobre sus respectivas interpretaciones de la misma, ilustrarlas con contenidos multimedia disponibles en la Web y añadir enlaces a páginas relacionadas. Para completar la actividad, les pedimos que construyan un mapa mental colectivo (usando sistemas como MindMeister o Mindomo) que represente su interpretación de la lectura y contenga enlaces a los elementos de la misma y otras páginas web que den soporte a sus distintos elementos, así como contenido multimedia disponible en la web que los ilustren.
A lo largo del proceso, los estudiantes interactúan con representaciones externas de la lectura y su interpretación de la misma, las cuales modifican constantemente añadiendo anotaciones, comentarios, enlaces a otras páginas y contenidos multimedia, al tiempo que la utilizan para expresar sus ideas, para organizarlas, para conectarlas entre sí y con otros elementos del ciberespacio y del mundo. Las representaciones computacionales y su presentación gráfica son suficientemente flexibles para acomodarse a las necesidades de los estudiantes, de modo que el grado de traducción de las mismas para generar representaciones mentales de sus significados es mínimo. En suma, podemos interpretar lo anterior como un proceso de pensamiento colectivo en el que se generan representaciones mentales a través de procesos cognitivos y comunicativos que ocurren en buena medida fuera de nuestros cerebros; esto es, en el entorno, que extiende nuestra mente.
Dado lo anterior, la pregunta fundamental que hace el conectivismo es ¿Cómo educar para vivir y convivir en este nuevo entorno? De la misma manera en que a finales del siglo pasado se planteó la cuestión de si los estudiantes debían aprender a hacer operaciones aritméticas que podían realizar fácil y rápidamente con calculadora, hoy debemos preguntarnos qué aprendizajes pierden importancia en el ciberespacio de las representaciones mentales y los procesos cognitivos, y con qué reemplazarlos.
Referencias
Siemens, George (2005). Connectivism: A learning theory for the digital age. International Journal of Instructional Technology and Distance Learning, 2(1), 3–10. doi:10.1.1.87.3793
Clark, Andy, & Chalmers, David J. (1998). The extended mind. Analysis, 58, 10–23.
Créditos
La imagen del encabezado ha sido tomada de The eLearning Matrix.