¿Qué fuerza sobrehumana puede empujar un cambio significativo en el sistema educativo de México?
He tenido la oportunidad de asistir a algunas videoconferencias donde se ha discutido un tema por el que se ha generado recientemente mucha preocupación: el futuro de la educación. La contingencia sanitaria global en respuesta a la pandemia COVID-19 nos hace pensar en la posibilidad de una aceleración en la evolución de los sistemas educativos e incluso temer una innovación disruptiva que transforme radicalmente lo que entendamos por educación; y escribo ‘temer’ porque la mayoría de esas conferencias se han enfocado en lo que se necesita hacer en preparación para el futuro, para no quedar fuera, para sobrevivir.
¿Qué cambios podemos esperar entonces en el mediano plazo, digamos, para 2030? Si los profesores en México sufrieron la transición forzada a una educación mediada por tecnología digital, ya sea en modo videoconferencia o chat, ¿están dispuestos a adoptar esta mediación en su práctica docente pospandemia? Si los estudiantes carecen de motivación por su educación formal y no saben gestionar su aprendizaje en ella, ¿están en condiciones de aprender de manera más autónoma en un entorno digitalizado en el que la presencia y el control del docente disminuyen significativamente? Si ni la mayoría de las instituciones, ni de los docentes ni de los estudiantes, tienen acceso a la infraestructura necesaria para dar soporte a una educación híbrida de calidad, ¿preferirán operar en ese esquema en vez de usar lápiz, papel y verse las caras todos los días en jornada completa? Esto es, ¿qué fuerza sobrehumana puede empujar un cambio significativo en estas condiciones? Un cambio real, no decretado desde arriba y simulado en todos los niveles.
Tal vez la tendencia hacia el teletrabajo, que ha resultado favorable económicamente para las organizaciones y que demanda el uso de tecnología, cada vez más barata, para digitalizar los procesos de comunicación, gestión, producción, atención al cliente, ofrecimiento de servicios y venta de productos. Los trabajadores actuales y las nuevas generaciones necesitan desarrollar sus competencias digitales y el sistema educativo deberá proveer los procesos de formación correspondientes o aceptar nuevos agentes educativos que se encarguen de ello. Ambas opciones implican un cambio significativo en el sistema.
Imagen de cabecera tomada de Hippopx.